Los cuatro votos

ESTOS SON NUESTROS VOTOS:
1.-NO RETROCEDER NUNCA EN EL CAMINO NS. 2.-SER SIEMPRE DE UTILIDAD AL IDEAL. 3.-CUMPLIR CON LOS DEBERES RACIALES. 4.-DESPERTAR EL ESPÍRITU DE LA GRAN VOLUNTAD Y SERVIR A LOS DEMÁS
.

lunes, 1 de agosto de 2011

Hagakure; el código del guerrero

Hagakure, que significa "oculto bajo las hojas", es un
antiguo breviario de caballería inspirado en el célebre código
Bushido. Nos expone la vía del guerrero, cuyos preceptos
filosóficos y ética trascendental presentan al Bushi.
Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos
deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo
el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo
de batalla cotidiano. Para el Samurai, la vida es un desafío, y la muerte es preferible a
una vida indigna o impura. Esta es la noble y espectacular lección del HAGAKURE.
Mantenido en secreto durante siglos, el Hagakure fue el libro de cabecera de Yukio
Mishima.
He descubierto que la vía del Samurai reside en la muerte. Durante una crisis,
cuando existen tantas posibilidades de vida como de muerte, debemos escoger la
muerte. No hay en ello nada difícil; sólo hay que armarse de valentía y actuar. Algunos
dicen que morir sin haber acabado su misión es morir en vano. Este razonamiento es el
que sostienen los mercaderes hinchados de orgullo que merodean por Osaka; no es más
que un razonamiento sofisticado a la vez que una imitación caricaturesca de la ética de
los Samurais.
Hacer una elección juiciosa en una situación donde las posibilidades de vivir o
de morir se equilibran, es casi imposible. Todos preferimos vivir y es muy natural que el
ser humano encuentre siempre buenas razones para continuar viviendo.
El que escoge vivir habiendo fracasado en su empeño, será despreciado y será a
la vez un cobarde y un fracasado. El que muere después de haber fracasado, muere de
una muerte fanática, que puede parecer inútil. Pero en cambio, no será deshonrado. Tal
es la vía del Samurai.
Para ser un Samurai perfecto es necesario prepararse a la muerte mañana y tarde
e incluso durante todo el día.
Cuando un Samurai está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la
maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.


(Cuando habla de servir al señor, nosotros lo sustituimos por servir al ideal.)
A continuación, algunos extractos del libro:


La Rutina
Cuando Hotta Haga No Kami Masamori era paje del Shogun, era tan obstinado
que este último decidió someterlo a prueba. Para hacerlo, hizo calentar a blanco un par
de sandalias y las colocó sobre un brasero. Masamori tenía por costumbre coger las
sandalias colocadas al lado del brasero para ir a recibir a su Señor. Esta vez, en cuanto
tocó las sandalias notó la quemadura en las manos. Pero actuó de la manera
acostumbrada, así que el Shogun se las quitó rápidamente de las manos.
Uno de los Samurai de Matsudaira Sagami No Kami estaba en una pensión en
Kyoto para recoger dinero. Un día que estaba en el portal viendo pasar a la gente, oyó a
un transeúnte gritar: "Se dice que los hombres del Señor Matsudaira están enzarzados en
un combate." El samurai se dijo: "Es muy lamentable que mis compañeros estén
implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que
estaban de servicio en Edo." Se informó sobre el lugar del combate y cuando llegó
jadeante, sus compañeros habían sido heridos ya por sus adversarios, que estaban a
punto de darles el golpe de gracia. Acompañando su ataque de un grito, golpeó a dos
hombres y regresó a Kyoto. Este asunto llegó a oídos del oficial del Shogun que mandó
llamar al Samurai para preguntarle: "Habéis ayudado a vuestros compañeros,
desobedeciendo con ello al edicto del Gobierno. ¿Cómo es eso?" Él contestó: "Vengo de
la provincia y me es difícil entender lo que Su Señoría me dice. ¿Podría volver a
repetirlo?" El oficial enfureció y dijo: "¿Está usted sordo? ¿Habéis estado implicado en
una pelea, derramado sangre y desobedecido el decreto gubernativo, quebrantando las
leyes, sí o no?" El hombre contestó: "Ya había comprendido todo esto. Aunque lo
afirméis, yo no he desobedecido voluntariamente a las leyes y no he tenido intención de
desobedecer al gobierno. La razón de ello es que todo ser viviente concede a la vida
cierto precio y desde luego lo mismo ocurre con los seres humanos. Por mi parte, doy
un gran valor a la vida humana. Pero he oído que mis compañeros estaban en peligro y
hacer ver que uno no se ha enterado de nada no es digno de la Vía del Samurai. Por ello
he corrido para socorrer a mis compañeros. Volver a mi casa, la vergüenza en el
corazón, sabiendo que mis amigos han sido asesinados, habría prolongado desde luego
mi vida, pero era desobedecer a la Vía. Para seguir la Vía, uno debe sacrificar su
preciosa vida. Es debido a esto, a respetar a la Vía y no por despreciar el reglamento,
que decidí ir allí. Os ruego, ahora, que procedáis a mi ejecución." El oficial quedó
impresionado, archivó el asunto y escribió al Señor Matsudaira: "Tenéis un valiente
Samurai a vuestro servicio. Espero que lo sabréis cuidar como se merece."


Las Raíces
El árbol genealógico del Señor Soma, sobrenombrado el Chiken Marokoshi, era
el más elaborado del Japón. Un año en el que su hacienda se incendió y estuvo a punto
de ser destruida, el Señor Soma dijo: "Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es
destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar. Lo único que
lamentaré es no haber podido salvar mi árbol genealógico, que es un tesoro de familia
de lo más precioso." Allí estaba un Samurai y dijo: "Voy a entrar en la casa y traerlo."
El Señor y los demás se pusieron a reír, diciendo: "La casa es ya pasto de las llamas,
¿cómo lo conseguiréis?" Aquel hombre no había sido jamás muy hablador y no había
sido particularmente diligente pero era alguien que iba hasta el final en todo lo que
hacía. Dijo también: "Hasta ahora no he sido de una gran utilidad a mi amo, porque no
he sido muy cuidadoso, pero he vivido con la idea de que un día mi vida podría ser útil.
Me parece que este momento ha llegado." Entonces se lanzó a las llamas. Cuando el
incendio fue apagado, el amo ordenó: "¡Que se encuentre su cadáver! ¡Qué gran
pérdida!" Después de haber buscado por todas partes, se descubrió su cuerpo en el
jardín próximo a los apartamentos; cuando se le dio la vuelta, salió sangre de su vientre.
El Samurai se había abierto el vientre y en él había colocado el documento para que
permaneciera intacto. A partir de ese día, se sobrenombró este documento "la
genealogía de la sangre".
En el Koyogunkan, alguien dijo: "Cuando estoy frente al enemigo, siempre
tengo la impresión de que penetro en las tinieblas y a causa de esto he sido herido
gravemente... sin embargo, vos que habéis combatido con tantos hombres valientes
jamás habéis sido herido. ¿Cómo es posible esto?" El otro contestó: "Cuando me
enfrento con el enemigo, es desde luego como si penetrara en las tinieblas. Pero
enseguida tranquilizo mi mente, todo se vuelve como una noche iluminada por la pálida
Luna. Si ataco en este momento, sé que no seré alcanzado." Esta es la situación en el
momento de la verdad.


Tácticas Militares
En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente: "Ganar
primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del
tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con
quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres."
Cuando uno intenta tomar el castillo de un enemigo y es necesario retirarse, hay que
replegarse, no siguiendo la carretera principal sino las carreteras secundarias. Se debe
tender a sus muertos y heridos con el rostro girado hacia el enemigo. Es evidente que el
guerrero tiene que estar en vanguardia durante el ataque y en la retaguardia cuando la
retirada. Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el
buen momento no se debe olvidar el ataque.
Entre los principios secretos de Yaygu Tajima No Kami Munemori, hay un
proverbio: "No existe táctica militar para un hombre de gran fuerza moral." Instruido
por esto, cierto vasallo del Shogun fue a ver al Maestro Yagyu y le pidió que lo aceptara
como a su discípulo. El Maestro Yagyu dijo: "Me parece que ya sois alumno de una
escuela de Artes Marciales. Decidme el nombre de vuestra escuela antes de iniciar
nuestras relaciones de maestro-discípulo." El hombre contestó: "Yo no he practicado
jamás un arte marcial." El Maestro dijo: "¿No habéis jamás aprendido la disciplina de la
escuela Tajima Nokami? Tengo la impresión de que sois uno de los maestros del
Shogun. El hombre juró que no. El Maestro le preguntó entonces: "¿Tenéis algún tipo
de convicción profunda?" El hombre contestó: "De niño tomé conciencia de que el
Bushi es un hombre que no debe arrepentirse de su vida. He enterrado este pensamiento
en mi corazón durante muchos años y ello se ha vuelto una convicción. Por ello, jamás
pienso en la muerte. No tengo ninguna otra concepción fuera de ésta." El Maestro
Yagyu quedó muy impresionado y dijo: "Mi intuición no me ha engañado. El principio
más profundo de la táctica marcial es el que vos poseéis. Hasta ahora, de cientos de
discípulos que he tenido, ninguno ha alcanzado este principio. No es necesario
prepararos con el "sable de madera" (boken). Voy a iniciaros inmediatamente."
Enseguida le dio un pergamino. Esta historia ha sido relatada por Muragawa Soden.
Si alcanzáis demasiado rápido la gloria, la gente se volverá vuestro enemigo y
no seréis de ninguna utilidad. Si os eleváis progresivamente en el mundo, las personas
serán aliados vuestros y seréis felices. A la larga, que hayáis sido rápido o lento, en
cuanto hayáis adquirido la comprensión de los otros, nada os amenaza. Se dice que la
suerte que os es dada por otros es la más segura.


Los Cuatro Votos
Algunos son capaces de actuar con sabiduría cuando la ocasión lo requiere.
Otros se ven obligados a permanecer despiertos largas horas, presos de angustia, antes
de descubrir la solución correcta al problema planteado. Pero aunque estas deferencias
innatas sean en cierta medida inevitables, cada uno puede alcanzar dones de sabiduría
insospechada adoptando "los cuatro votos".
Parece que cualesquiera que sean los dones personales, cualquiera que sea la
dificultad del problema, a una reflexión suficientemente larga y profunda. En tanto uno
funda su razonamiento sobre el "Yo", puede ser muy prudente y astuto pero no sabio.
Los seres humanos son insensatos y les es difícil abandonar su "Yo". A pesar de
todo, un individuo enfrentado a una situación complicada tiene grandes posibilidades de
encontrar una solución, si llega a abstraerse momentáneamente del problema,
concentrándose sobre los "cuatro votos" y abandonando su "Yo".


Decisiones
Poseemos muy poca sabiduría; sin embargo, tenemos una gran tendencia a
referirnos a ella para resolver nuestras dificultades. Debido a que nos preocupamos
esencialmente de nosotros mismos, nos desviamos de la Vía del Cielo y nuestras
acciones se vuelven malas. A los ojos de los demás, somos despreciables, débiles,
limitados y totalmente ineficaces. Cuando nos sentimos incapaces de una competencia
verdadera es preferible apelar a alguien más sabio. No estando personalmente
implicado, tal vez pueda revelarse como un juez preclaro -ya que no tiene un interés
propio-. Estará en medida de aconsejar la elección más juiciosa.
Si observamos a un hombre que toma sus resoluciones de esta manera digna de
notarse, sabemos que está resuelto, autónomo, digno de fe y enraizado en la realidad. Su
sabiduría, alimentada por los consejos de los demás, puede compararse a las raíces de
un gran árbol de follaje espeso y denso.
Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido por el
viento.


Previsión
El lenguaje militar emplea los términos de "Samurai ilustrado" y de "Samurai
ignorante". Un Samurai que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles
para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurai que se preocupa por
adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto
capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que
ocurra, un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes
de la hora. Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrase en
una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte anormal. Sólo un Samurai
negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción.
No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante.
Como dice el proverbio: "El pez no vive en el agua clara". Son las algas las que le
permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles
y no cuida de las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos
sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera comprender el
carácter y el comportamiento de los demás.
Cuando el Señor Mitsushige sólo era un niño, se le pidió leer un pasaje de un
libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños y a los acólitos para decirles: "Os ruego
que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche".
El monje quedó impresionado y dijo a los fieles: "Es con este espíritu que hay que hacer
todas las cosas".


Como Ha de Ser el Samurai
Tengo la impresión de que los jóvenes Samurais de hoy en día se han fijado
objetivos lamentablemente bajos. Tienen la mirada furtiva de los ladrones. La mayoría
sólo busca su interés personal o hacer gala de su inteligencia. Incluso los que parecen
tener el alma serena sólo muestran una fachada. Esta actitud no es conveniente. Un
Samurai sólo lo es verdaderamente en la medida que no tiene otro deseo que morir
rápidamente -y de volverse puro espíritu- ofreciendo su vida a su amo, en la medida
donde su preocupación constante es el bienestar de su Daimyo, al que rinde cuentas
continuamente, sin cesar, de la manera mediante la cual resuelve los problemas para
consolidar las estructuras del dominio. De este modo, Daimyo y servidores deben estar
determinados de la misma manera. Es indispensable que nadie, ni siquiera los dioses y
los Budas, puedan haceros desviar de la meta fijada.


La Pérdida de la Virilidad
He aquí lo que decía uno de mis amigos. Parece que un tal Doctor Kyon afirma
lo siguiente: "En medicina se distingue a los hombres de las mujeres en virtud de los
principios del Yin y del Yang; por consiguiente, los tratamientos médicos son
fundamentalmente diferentes. Además, su pulso es también diferente. Sin embargo, en
el curso de estos últimos cincuenta años, el pulso de los hombres se ha vuelto idéntico al
de las mujeres. Desde que me he fijado en este fenómeno, he considerado bueno tratar
las enfermedades oculares de los hombres por los medios apropiados al pulso de las
mujeres. Cuando intento aplicar a mis pacientes varones los cuidados previstos para
ellos, no obtengo ningún resultado". En efecto, el mundo está abordando un período de
degeneración; los hombres pierden su virilidad y se parecen cada vez más a las mujeres.
Es una convicción inquebrantable que he adquirido en el curso de mi experiencia
personal y que he decidido no propalar. Desde entonces, no olvidando nunca esta
reflexión, cuando miro a los hombres de hoy en día, me digo: "Mira, mira, he aquí un
pulso femenino". Ya no encuentro prácticamente nunca lo que se llama un hombre
verdadero. Debido a esto es por lo que es posible hoy en día ser considerado excelente y
acceder a una posición importante con un esfuerzo mínimo. Los hombres se vuelven
cobardes y débiles, la prueba de ello está en que, hoy en día, raros son los que tienen la
experiencia de haber cortado la cabeza de un criminal con las manos atadas a la espalda.
Cuando se les pide ser el asistente del que va a suicidarse ritualmente, la mayoría
considera que es más hábil evadirse e invoca a excusas más o menos válidas.
Hace sólo cuarenta o cincuenta años, se consideraba una herida combate como
una marca de virilidad. Un muslo sin cicatrices era un signo tan destacado de falta de
experiencia que nadie se hubiera atrevido a mostrarlo tal cual, prefiriendo infligirse una
herida voluntaria. Se esperaba de los hombres que tuvieran la sangre ardiente y fueran
impetuosos. Hoy en día la impetuosidad es considerada como una ineptitud. Los
hombres de hoy en día utilizan la impetuosidad de su lengua para rehuir sus
responsabilidades y no hacer nunca ningún esfuerzo. Desearía que los jóvenes
reflexionaran seriamente sobre esta situación actual.


Entrenamiento
Me dijeron que un maestro de sable ya anciano había dicho esto: "El Samurai
debe entrenarse toda su vida", y para ello hay una razón. Al principio, incluso en caso
de práctica regular, uno no tiene la sensación de progresar. Uno se sabe poco hábil y ve
a los demás a su propia imagen. En este estadio es inútil precisar que no se es de
ninguna utilidad al servicio del Daimyo. Cuando se alcanza un estadio mediano, uno no
es todavía de gran utilidad pero toma conciencia de sus deficiencias y empieza a notar
las imperfecciones de los otros.
Cuando un Samurai alcanza un nivel superior, es capaz de tomar, por propia
iniciativa, decisiones en cualquier situación, de tal manera que ya no necesita los
consejos de los otros. Un Samurai es, podemos decirlo, útil al Daimyo. Luego, por
encima de este nivel, están aquellos cuyo rostro jamás revela lo que piensan, los que no
hacen jamás gala de su habilidad, que fingen ignorancia e incompetencia. Y lo que es
más: respetan la habilidad de los otros. Para muchos, ésta es la ambición más alta. Pero
a un nivel todavía más elevado existe un dominio que supera la habilidad del común de
los mortales. El que se compromete a fondo en la Vía de este campo, toma conciencia
de que su entrenamiento será ilimitado y que no podrá estar jamás satisfecho de su
trabajo. Por esto un Samurai debe conocer sus debilidades y pasar su vida
corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe,
naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.
Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al Shogun Tokugawa,
decía: "Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé es cómo superarme a mí
mismo". El se decía: "Hoy, yo soy mejor que ayer, mañana todavía seré superior". Un
verdadero Samurai consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Es por
ello que el entrenamiento es un proceso sin fin.
Entre las proclamaciones públicas que ha hecho el Señor Naoshige, se encuentra
la siguiente: "Las decisiones importantes deben ser tomadas con calma". Ittei Ishida
(sabio confucionista de Han Sagan y maestro Jocho Yamamoto) explica: "Los asuntos
menores deben ser estudiados con seriedad. Hay pocos problemas realmente
importantes, solamente se presentan más de dos o tres en toda una existencia. Una
reflexión cotidiana os convencerá. Es por ello que es indispensable prever lo que
conviene hacer en caso de crisis. Cuando ésta se manifieste, habrá que acordarse de la
solución, para resolverla en consecuencia. Sin una preparación cotidiana, cuando
sobrevenga una crisis delicada, se será incapaz de tomar una decisión rápida, lo que
conlleva el riesgo de consecuencias desastrosas". ¿No es entonces posible decir que para
poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse cada día con
resolución?
En el curso de una reunión cuya meta era examinar la oportunidad de conceder
una promoción a cierta persona, se tuvo noticia de que la misma, anteriormente, era
muy aficionada a la bebida. Por lo tanto, los participantes estaban muy propensos a
negarle su adelanto. Sin embargo, uno de ello intervino: "No animar a un hombre
porque ha cometido un solo error, es impedir que mejore. Si un hombre, que ha
flaqueado una vez, muestra, por una conducta irreprochable y conforme a las reglas, que
lamenta sinceramente su error, es eminentemente útil a su Señor. Siendo así, animadlo".
Entonces, uno de los presentes dijo: ¿Asumís la responsabilidad de tal decisión?"
Después de que él hubo dado tal seguridad, la asistencia le rogó que diera sus razones.
Dio esta respuesta: "Lo avalo porque sé que se ha equivocado una vez. No se puede
conceder confianza al que no ha cometido jamás errores". Fue de este modo que el
interesado consiguió su promoción.
Un día, un hombre cayó en desgracia porque había descuidado reparar el insulto
que le había sido hecho. La única manera de vengarse era lanzarse sobre el campamento
enemigo y combatir hasta la muerte. Un Samurai que se lanza desesperadamente al
combate no puede caer en desgracia. Es porque uno espera la victoria que la misma se
nos escapa. El tiempo corre cuando uno espera que el enemigo no sea tan numeroso
para no estar uno en desventaja. A fuerza de esperar, incluso puede ser que uno olvide la
injuria y que abandone la venganza. Pero cuando los enemigos son numerosos, si uno se
agarra al terreno con la determinación de diezmarlos a todos, la pelea se resolverá
deprisa. El curso de la acción transcurrirá probablemente de buena manera. Incluso
cuando los cuarenta y siete Ronins del clan Asano, que acabaron por atacar a Kira una
noche para vengar la muerte de su Amo, ya habían fallado en su salida. Deberían
haberse suicidado ritual e inmediatamente Sengakuji. Se tomaron tiempo para vengar la
muerte de su Señor. Kira habría podido caer mortalmente enfermo antes de que
hubieran ejecutado su plan. En este caso, habrían perdido irremediablemente la ocasión.
Por regla general, yo no critico el comportamiento de los otros, pero puesto que
nosotros estudiamos la vía del Samurai, debo añadir esto: si no se consideran con
cuidado y por adelanto todas las eventualidades, cuando ocurre el suceso no se está en
medida de contestar adecuadamente y uno es deshonrado.
Escuchar estos consejos e intentar comprender la esencia de las cosas, constituye
una preparación para tomar decisiones antes de que sobrevenga la crisis.
La vía del Samurai exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a
someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurai debe seccionar
sus pensamientos prepara una línea de acción. Según las circunstancias, puede ganar o
perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de l victoria o de la derrota; para
evitar el deshonor tal vez le será necesario morir. Pero si, desde el principio, las cosas
no se desarrollan como había previsto, debería intentarlo de nuevo. Para ello, ninguna
sabiduría ni habilidad particular son precisas. El Samurai valiente no piensa en términos
de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza
su destino.
No es bueno tener fuertes convicciones personales. Si, al perseverara y
concentrarse, un Samurai adquiere opiniones muy marcadas, podrá estar tentado a
pensar con precipitación que ya ha alcanzado un buen nivel de realización. Esto debe
ser desaconsejado formalmente. Un Samurai debe, por asiduidad, llegar primeramente a
la maestría absoluta de los principios básicos y luego continuar su entrenamiento de tal
manera que sus técnicas lleguen a la madurez. Un Samurai no debe jamás relajar su
esfuerzo sino que debe perseverar toda su vida en el entrenamiento. Pensar que uno
puede relajar la disciplina del entrenamiento porque simplemente ha hecho algún
descubrimiento personal, es el colmo de la locura. Un Samurai debe estar
constantemente animado por el pensamiento siguiente: "En tal o cual punto todavía
disto mucho de la perfección" y consagrar toda su vida más y más al perfeccionamiento,
buscando asiduamente la vía verdadera. Es por una práctica así que se puede encontrar
la Vía.
No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones
cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas
de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba
Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con
atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar
que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo.
Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero
esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno
puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo
descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas
costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón
por la cual los viejos y jóvenes Samurais han aportado siempre un gran cuidado en su
presentación. Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación
muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos
esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe
considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes
militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo
que le plazca, en caso de crisis de deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su
deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz,
se descuidará de una manera completamente lamentable.
Es seguro que un Samurai que no está preparado para morir, morirá de una
muerte poco honorable. En cambio, si consagra su vida a preparar su muerte, ¿cómo
podría tener un comportamiento despreciable? Uno debería reflexionar seriamente al
respecto y armonizar su conducta en consecuencia.
Los tiempos han cambiado mucho en el transcurso de estos últimos treinta años.
En nuestros días, cuando los jóvenes Samurais se reúnen, hablan de dinero, de
provecho, de pérdidas, de la manera de administrar su casa, de los criterios para juzgar
el valor de la vestimenta, e intercambian opiniones profanas. Si otro tema es evocado, el
ambiente se estropea y cada uno se siente vagamente a disgusto. ¡Qué estado tan
lamentable éste al que hemos llegado! Antaño, hasta la edad de veinte o treinta años, un
hombre joven no tenía ningún pensamiento para las cosas materiales o indelicadas, por
lo tanto no hablaba de ellas jamás. Si, por accidente, en su presencia, los hombres de
edad madura dejaban escapar de sus labios alguna reflexión fuera de lugar, se sentía tan
afectado como si hubiera recibido una herida física. La tendencia nueva ha penetrado
aparentemente mediante lo que los tiempos modernos aprecian al máximo: el lujo y la
ostentación. Sólo el dinero tiene importancia. Es manifiesto que si los hombres jóvenes
no tuvieran estos gustos de lujo, incompatibles con su situación, esta actitud errónea
desaparecería. Por otra parte, alabar como ricos en recursos a jóvenes ahorrativos y
parcos, es completamente despreciable. La frugalidad equivale a la ausencia del sentido
del giri u obligaciones sociales y personales. ¿Necesito añadir que un Samurai que se
olvida de sus obligaciones hacia los demás es despreciable, cobarde e indigno?

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